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Cultură

Pedro Sánchez y el poliamor del PSOE

Se cita con uno por la mañana y con otro por la tarde; los dos pretendientes le consienten todo porque están como locos por ser la pareja oficial que duerma con él en La Moncloa.

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Pedro Sánchez no necesita Tinder para ligar. Ni para tener citas y arrimarse a un desconocido con la intención de practicar un poco de petting político en un baño del Congreso de los Diputados. Los tiene a todos a sus pies, todos caen rendidos ante su aspecto de socorrista tostado por el sol de agosto y ante su planta de jugador de baloncesto que se acaba de retirar de un equipo normalito de la ACB. Bueno, todos salvo Mariano que no quiere saber nada del nuevo sex symbol de la política española, del play boy más cotizado, y prefiere comer pizza en Bruselas, defender a su amiga Rita Barbera y dejar su despacho de Génova lo más recogido posible para el próximo inquilino.

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Lo dicho, el líder del PSOE es un clásico y lo suyo es una historia de amor a dos bandas en la línea de un novelón ruso. Es como Ana Karenina pero atrapado entre dos hombre, jóvenes, como él, y muy atractivos a su manera. En el fondo, lo que está haciendo es sumarse a esa corriente tan de moda que es el poliamor ("Amar a varias personas a la vez, de forma consensuada, consciente y ética", como lo definen en la web de referencia Golfxs con principios). Además de guapo, atractivo y con buena planta, Sánchez es un moderno, igual que Carmen Martínez Bordiú visita Malasaña el cree que no hay problema en tener dos parejas (o más) a la vez. Total, luego vuelve a casa, en taxi bien relajado, escuchando a todo volumen a Vetusta Morla (sic) y se le pasan todas las penas.

Y se apaña bien, le cuadran las agendas y tiene tiempo para todos. Lo reparte equitativamente y siempre guarda un gesto de cariño para sus pretendientes, en el momento justo, en el instante adecuado impide que sus amores se enfurruñen y se pongan celosos. A uno le promete que va a reformar la Constitución de forma exprés y al otro que le va a sentar a su vera, en plan vicepresidente y dueño y señor de la Policía. Hay para todos y todos tan contentos. Hoy, por ejemplo, ha tenido una cita con Albert Rivera, de mañana, como para desayunar y empezar bien el día. Luego, el joven y muy educado español-catalán ha salido para anunciar que Pedro y él cada día están más cerca "pero todavía no hay un acuerdo". ¿Habla de un futuro gobierno o de su relación de amor? ¿Están más cerca de dejar de lado al tercero? ¿Va a ser Pablo Iglesias el amante despechado de estos coqueteos parlamentarios? ¿Se va a ir a tomar por culo este amago de poligamia?

El más ilustre habitante de Moratalaz, con permiso de El Coleta, no piensa cruzarse de brazos, sabe que entre Sánchez y Rivera solo suman 130 escaños y que, de alguna manera, tiene que formar parte de este trío. Iglesias no se corta y es capaz de demostrar su amor en público por el líder socialista y mandarle ese maldito emoji de los carrillos inflados al que le sale un corazón de los labios (una horterada, por otra parte) para recordarle que en "las derechas no encontrará cariño". Que Podemos es la verdadera fábrica del amor del país. Igual que la de Moneda y Timbre escupe euros y sellitos, la coalición morada emana amor para todo el mundo. A cambio de ministerios y de un referendum en Cataluña, eso está claro. Incluso, le propone que ya no escondan su amor en los despachos de las Cortes, que lo hagan público y dejen ya de cortarse: "Si voy a ser su vicepresidente, sería normal vernos pasear juntos". Así se habla.

Pero, en el fondo, va de farol. Y lo que no quiere es quedarse fuera del tonteo. Por eso asume que Rivera y Sánchez se vean a sus espaldas y negocien sus cosas. Antes hay que recordar que a estos coqueteos los llamaba volver a arrojar España a las garras de la derecha más carca, al regazo del PP, a los políticos de toda la vida. Pero ha aflojado en su discurso. Hoy también Iglesias va a tener su particular rendezvous con Sánchez. Ya hemos dicho, tiene la agenda muy bien sincronizada y tiene tiempo para dejarse querer por todos. Un galán. Primero será un cara a cara entre los líderes, donde hablarán de besitos por Twitter y de sus cosas, y luego entrarán en escena, se sentarán en la mesa, IU y Compromís. Entre todos, 161 escaños, una cifra que no da para que haya final feliz y se celebre la boda la semana que viene en el Congreso de los Diputados.

Ahora el PSOE habla de "transversalidad", es decir, que pueden negociar con quién les de la gana. En realidad, no están más que justificando la nueva afición por el poliamor de su jefe. Lo que tienen que hacer (y de una puta vez, que ya cansan) es ponerse de acuerdo, formar el maldito Gobierno y ponerse a currar. Así dejaríamos de escuchar a Mariano lamentándose, a la derecha mediática haciendo quinielas sobre qué día es mejor para las nuevas elecciones y a los mandamases europeos amenazando con que no salen las cuentas. Que sea un Gobierno de poliamor, eso da igual. Mucho más divertido, se acabó el tiempo de la monogamia.