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ESPAÑA

La calle mata: delitos de odio contra las personas sin hogar en España

Cada seis días muere una persona sin hogar en España. Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el 34 por ciento de estas muertes se debe a un episodio violento y el 23 es consecuencia directa de una agresión física.
Imagen vía Arrels Fundació
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La calle mata. Cada seis días se cobra la vida de una persona sin hogar en España. Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el 34 por ciento de estas muertes se debe a un episodio violento y el 23 es consecuencia directa de una agresión física.

"La calle te mata. No sólo físicamente, sino como ser humano", asegura a VICE News Antonio Cortiñas de 55 años. Alto y flaco, cabello cano cortado al ras, arete plateado en el lóbulo izquierdo y la mirada del que ha estado seis meses durmiendo en cajeros, parques y casas abandonadas.

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"Siempre hace frío. Independientemente de la temperatura. Tienes un miedo crónico a las agresiones. No vives, no duermes. Siempre mirando a tu alrededor. Llegas a tal estado de ansiedad y depresión que si no tienes la cabeza centrada acabas con trastornos mentales", añade.

Cortiñas terminó en la calle tras perder su empleo. Al igual que el 45 por ciento de las personas que se encuentran en esta situación. También como la mayoría sufrió agresiones físicas y psicológicas. O "gestuales", como él dice. Una mala mirada, el cruzar la calle para esquivarle, un gesto ofensivo. "Esas son las peores", sentencia.

Sucedió una noche cuando Cortiñas buscaba un lugar para echarse a dormir. "Los vi venir, como a diez metros. Cuatro chicos, con palos. Estaba claro que venían a por mí. Así que me di media vuelta y eché a correr hacia un cajero", detalla.

Logró cerrar la puerta por dentro. "Pero me llevé antes unos cuántos golpes en la cabeza. Si no hubiera sido por la mochila también hubiera recibido en la espalda", explica este ex jefe de equipo de una empresa de seguridad privada. "Se quedaron fuera. Gritaban entre ellos. Y a los pocos minutos se fueron; pero a mi se me hizo eterno".

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Maribel Ramos, coordinadora del Observatorio Hatento, afirma que los delitos de aporofobia, odio al pobre, son más que los que marca la estadística. "Eso es sólo la punta del iceberg", dice.

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"Los datos se han recopilado a partir de las muertes que han aparecido en medios de comunicación. Así que seguramente haya más casos; pero hasta ahora es el registro que tenemos", explica a VICE News.

La ausencia de un registro oficial es una de las principales demandas de las ONG. Los únicos datos oficiales hasta ahora son los recogidos por el INE en 2012. Éstos señalan que en ese año había 22.938 personas sin hogar atendidas en centros.

Esas cifras no contaban a las personas que seguían en la calle sin atención alguna. El gobierno español, con este hecho en cuenta y reconociendo que la crisis económica ha agravado el problema, sitúa la cifra en torno a las 33.000 personas. Las ONG aseguran que son 40.000.

El perfil del agresor

El 87 por ciento de los delitos de odio los cometen los hombres, según el informe de Hatento Los delitos de odio contra las personas sin hogar. En la mayoría de los casos, en el 57 por ciento, tienen entre 18 y 35 años.

El reporte detalla que en el 28,4 por ciento las agresiones vinieron de parte de jóvenes que "estaban de fiesta". Un 10,1 por ciento procedieron de la policía y un 7,3 por ciento de "grupos nazis".

"Son delitos que pretenden marcar la desigualdad entre quien lo comete y el agredido", apunta la coordinadora de Hatento. "Con la agresión, lanzan el mensaje de que no son parte de esta sociedad, de que no tienen derechos", añade.

Ramos denuncia la falta de tolerancia y empatía con las personas sin hogar. "Se considera que son parte del mobiliario urbano. En lugar de dar patadas a un banco, se las dan al que está ahí durmiendo".

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Ferran Busquets, director de Arrels Fundació señala a VICE News que es un problema de "aceptación". Del mismo modo que "nos parece impensable que haya niños durmiendo en la calle", la sociedad tampoco debería aceptar que "haya adultos sin hogar".

Busquets sostiene que la inseguridad y agresividad, "en ocasiones entre ellos mismos", es el principal problema de este colectivo.

De eso sabe, y mucho, José Luís García. Un madrileño de 57 años que estuvo de los 49 a los 54 en las calles de Barcelona. "Dormía en el Parque de la Ciudadela. Pero había mucho robo. Bandas de extranjeros con perros. Muchas borracheras", explica telegráficamente a VICE News.

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"Y en la parte de arriba se ponían los rumanos y los marroquíes. Allí no podías ir más tarde de las ocho porque te comían", cuenta García con desparpajo en una de las salas de Arrels Fundació, donde hoy este ex militar de la brigada de paracaidistas y ex jefe de cocina de varios restaurantes trabaja como carpintero.

"El estar en la calle es dormir con un ojo abierto y el otro cerrado. Estrés, tensión. Tienes que vigilar tus cosas. Te obliga a estar en alerta pero al final te duermes. Y cuando te duermes te dan el palo y te quitan la mochila y la documentación".

Camino a la reinserción

Según el informe de Hatento, la ira hacia los agresores es la emoción que refieren de forma mas frecuente las víctimas, afectando al 45 por ciento de ellas. Un 37,70 por ciento experimenta tristeza, el 29,80 indefensión y el 25,40 miedo a que se repita la agresión.

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La desconfianza, rabia y culpabilidad también son el pan de cada día. "Una agresión tras otra te anula como persona. Es difícil recuperarse. Te minan por dentro" explica Cortiñas durante una conversación en su lugar de trabajo, el centro de acogida Assís.

'Con la agresión, lanzan el mensaje de que no son parte de esta sociedad, de que no tienen derechos'.

La "formación emocional" es el primer paso para la reinserción, según señala a VICE News el terapeuta de Adama, Óscar Cassà. "Hay que ver qué les ha llevado a esa situación. Los errores y los aciertos. En algún momento han perdido los valores y deben recuperarlos".

"Por eso no basta con enseñarles un oficio. Porque no es un problema que consigan un trabajo, sino mantenerlo. Hay que formarlos para gestionar esas emociones. Porque si no a los tres meses lo pierden. Se pelean con el jefe o directamente no van a trabajar", añade.

El acompañamiento también es clave en este proceso. Tanto de los trabajadores sociales como de los propios usuarios de los centros. "Lo más duro de la calle es la soledad", confiesa a VICE News Mariano Torralba, usuario de Arrels Fundació.

Hace años que vive bajo techo, pero recuerda con detalle muchos episodios de esa otra época. Su divorcio, la desintoxicación de la heroína y cómo retomó el contacto con sus tres hijos.

"Llegué a Arrels mentalmente muy mal. Los voluntarios venían a verte y eso me permitía entablar conversación", prosigue Torralba.

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"Yo abría carpetas en mi cerebro, como si fuera un ordenador. Decía, a ver, problema de drogas, a esta carpeta; problemas familiares, a esta otra. Y así los clasificaba y eso me ayudaba", señala.

De puertas afuera, la solución más efectiva, según las ONG, es terminar con el "sinhogarismo". "Sin gente en la calle, no habrá más agresiones", apunta Cassà de Adama.

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El director de Arrels Fundació explica que ese trabajo debe hacerse desarrollando tres ejes. "Atención a las personas sin hogar, en primer lugar. La sensibilización de la sociedad donde los medios juegan un papel importante y la denuncia de las causas del problema", explica.

En este sentido, el gobierno aprobó a principios de mes la Estrategia nacional integral para las personas sin hogar 2015-2020. El documento propone la prevención, la sensibilización, la seguridad, la mejora de la información y la restauración del proyecto de vida. Este último aspecto a través del Housing first, la concesión de la vivienda como primer paso del proceso de reinserción y no como último.

Julia Almansa de la Federación de entidades de apoyo a las personas sin hogar reconoce que el documento es un paso adelante; pero señala que "no hay un prepuesto específico para su desarrollo".

La Federación también denuncia que el Ministerio no ha dado demasiados detalles de cómo se va a materializar la Estrategia. Además de dejar sin desarrollar ámbitos "como la provisión de viviendas para disponer de alojamientos estables".

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"Soñábamos con una estrategia para erradicar este problema. Para ello la prevención es clave y aquí hay poco de prevención y mucho de una estrategia de emergencia", revela a VICE News.

La prevención pasa por que cualquier persona entienda que algún día y en este contexto de crisis le puede tocar a ella. Igual que le tocó a José Luís García, el ex paracaidista y ex cocinero, tras su divorcio.

"Primero sales a buscar trabajo. Crees que con tu currículum no tendrás problema; pero nada. Llamas a amistades y nada. Luego, el paro y los ahorros se van acabando. Yo había roto hacía años con mi familia. Así que de un día para otro, me vi una noche sentado en el banco de un parque, con cinco maletas y sin saber a dónde ir".

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