¿Por qué cuesta tanto castigar en Italia a quienes hacen el saludo fascista?

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El pasado 20 de octubre, hace justo una semana, el tribunal de apelación de Milán publicó los fundamentos legales de la sentencia que ha confirmado la absolución de dos miembros de la organización ultraderechista italiana CasaPound.

Los dos neofascistas habían sido procesados por un delito de apología del fascismo por prorrumpir en el llamado saludo romano, un saludo que Hitler convertiría en el saludo nazi. Los hechos sucedieron el 29 de abril de 2014 y los imputados eran Sergio Ramelli, Enrico Pedenovi y Carlo Borsani.

Según la conclusión del tribunal se segunda instancia los imputados habrían incurrido "en gestos rituales asociados al disuelto partido fascista", pero no "queda claro que su comportamiento había trascendido el límite de la difusión pública de la ideología.

En otras palabras, el saludo hitleriano debe de entenderse en términos puramente conmemorativos, y la conducta de los militantes "no implica per sé la voluntad de solicitar la adhesión a la ideología por parte de un número indeterminado de personas ajenas a la manifestación".

La indolente sentencia es la misma suerte de procedimiento que se aplicó a otros siete simpatizantes de la extrema derecha, definitivamente absueltos por el Tribunal Supremo en marzo de 2016.

El tribunal de Milán castigó, sin embargo, a dieciséis militantes a un mes de prisión y a pagar una multa de 250 euros a finales de noviembre de 2015.

Paradójicamente, tal y como ha señalado Luigi Ferrarella en un artículo publicado en el Correre della Sera, entre los condenados "figuran algunos de los mismos militantes que, conjuntamente con otros neofascistas, habían sido absueltos en junio de 2015 por prorrumpir en saludos romanos, en una manifestación análoga celebrada en 2014".

Cabría señalar que la prohibición del saludo no está referida explícitamente en la legislación italiana, por mucho que podría interpretarse que el artículo 5 de la llamada Ley Scelba así lo contempla. El epígrafe en cuestión condena "las manifestaciones habituales del disuelto partido fascista".

El Tribunal Constitucional había sentenciado en el ya remoto 1958 que no todos los gestos, los símbolos o las manifestaciones externas de adhesión al fascismo son punibles, sino solo aquellos "capaces de incitar a la adhesión y a la difusión de ideas que conduzcan a la restitución de las proscritas instituciones fascistas".

La sentencia abundaba y aseguraba que "la reorganización del partido fascista también podía ser estimulada por manifestaciones públicas capaces de sugestionar a las muchedumbres, de impresionar a la gente, y que, precisamente por el peligro que éstas suponen éstas se había querido abordar el fenómeno de las marchas y concentraciones".

Más recientemente, el Tribunal de Casación —en su ratificación de algunas de las condenas impuestas a ciertos miembros de Casa Pound por haber prorrumpido en el saludo nazi en 2009 durante una manifestación por las víctimas de la foibe — ha reiterado que el saludo romano es un delito que atenta contra la integridad y vulnera importantes principios.

Entre estos habría que considerar que "la protección de las instituciones democráticas no se erosiona con el paso del tiempo, y que hay motivos para pensar que, desde la entrada en vigor de la Constitución, no existen motivos ni fundamentos jurídicos que legitimen el restablecimiento de organizaciones políticas e ideológicas afines al ideario de las instituciones fascistas.

Otro ejemplo de la diversidad de interpretaciones que exhibe la jurisprudencia italiana, fue la sentencia emitida por el tribunal de Livorno en el año 2015, un fallo que parecía pasarse por el forro la sentencia del tribunal de Casación.

La sentencia de Livorno absolvía a cuatro ultras de Verona a quienes se había acusado de violar la ley Mancino —una ley que castiga los crímenes de odio— durante el transcurso de un partido de fútbol.

Aquel pintoresco juez resolvió que hacer el saludo fascista en el campo de fútbol no es delito puesto que se trata de un acto exento de propaganda política.

En las motivaciones, el juez argumenta que el gesto hubiese sido una provocación si se hubiese dirigido a la afición rival, sin embargo, en el contexto en que se produjo no habría "socavado la democracia ni la Constitución".

Tampoco, considera el magistrado, habría significado "un peligro concreto y real para la difusión y publicación de ideas violentas y discriminatorias que podrían redundar en un intento real por generar la adhesión a un proyecto destinado a la restitución del partido fascista".

Además, prosigue la condena, el tiempo que ha pasado desde la vigencia del saludo "desvirtúa cualquier tentativa de que el saludo romano, desplegado a día de hoy en un estadio de fútbol, constituya método alguno para arrancar un proyecto de reconstrucción fascista".

En Pavia, por otro lado, cada 5 de noviembre se celebra una ceremonia para rendir homenaje a la memoria de Emanuele Zilli, un activista del ultraderechista Movimiento Social italiano fallecido en 1973. Los militantes y simpatizantes de la formación se reúnen en esa fecha y desfilan por las calles de la ciudad sosteniendo la cruz gamada y pancartas de talante neonazi.

Coincidiendo con dicha celebración, cada año, el abogado Marco Sommariva, que también forma parte de la asociación nacional de los Partisanos Italianos (ANPI), denuncia la violación de la ley Scelba que, a su juicio, constituye la concentración nazi.

"Por desgracia, el tribunal de Pavia", explica a VICE News "ha absuelto a todos los imputados a través de sendas sentencias, formulando así una interpretación mucho más restrictiva de la ley. A mí juicio se trata de una decisión rotundamente errada que ve directamente en contra de lo fallado por el Tribunal Supremo en 2014".

Para el abogado, que también se refiera a otras sentencias absolutorias, existiría una tendencia "muy preocupante" a "subestimar el auténtico peligro social que constituyen estas manifestaciones públicas de la extrema derecha".

"Espero que los fiscales de la República se tomen más en serio esta clase de delitos", concluye Sommariva, quien considera que "existe una tendencia de los organismos competentes a no supervisar los fenómenos diarios de apología del racismo que circulan por las redes sociales".

Actualmente el Parlamento italiano está pendiente de aprobar sendos proyectos de ley cuyo objetivo no es otro que reforzar la ley Scelba, habida cuenta de que la misma se ha revelado insuficiente para castigar según qué comportamientos —no solo el saludo romano, sino también el proselitismo y la venta de insignias o de símbolos del periodo fascista.

"Es necesaria una reforma inmediata, ya que la situación se está deteriorando", ha contado la concejala del Partido Democrático, Nadia Rossa.

La delicada relación entre el saludo romano, la legislación y la jurisprudencia, expresa lo complicado que es para un sistema democrático equilibrar el respeto a la libertad de expresión y condenar las ideologías antidemocráticas.

El constitucionalista Andrea Longo, en un minucioso examen jurídico de la cuestión publicado por el Observatorio Constitucional, escribió que "levantar defensas contra los intolerantes que contaminan nuestro sistema (liberal, democrático y plural) con efusiones de intolerancia contamina la esencia de lo que defendemos".

Sin embargo, la idea de la tolerancia pura "tiene que ceder ante lo que puede revelarse contrario a los valores constitucionales. En este contexto, es imprescindible el escrutinio y la discusión política continuos una dinámica necesaria para no convertirnos en los monstruos de este endiablado pulso.

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