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Khadija Baghyay, la atleta marroquí que alcanzó Europa corriendo

Corrió para conocer su país y para escapar de una sociedad cerrada y tradicional como la bereber. Khadija conoció a su marido compitiendo, y así logró también alcanzar Europa.
Khadija Baghyay alcanza la meta en la media maratón de Villaverde, Madrid, en 2011. Imagen cedida por la atleta
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"Quiero correr siempre, cada día, hasta la muerte", asegura entre risas a VICE News la joven marroquí Khadija Baghyay. A sus 32 años de edad, acumula unas 200 copas que acreditan su talento en la pista y campo a través. No las guarda todas, algunas repetidas y otras, menos valiosas, las regaló a sus sobrinos o las repartió entre sus colegas porque ya no tenía donde guardarlas.

De niña, en Marrakech, sus profesores no la dejaban correr porque decían que era "demasiado delgada", pero su familia se mudó a Rabat y, afortunadamente, el maestro de educación física de su nueva escuela no opinaba lo mismo.

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Años después, de jovencita, su padre le dijo que tenía que abandonar el atletismo porque le quitaba demasiado tiempo y la distraía de los estudios, pero un día, por azar, la reconoció mientras competía en una carrera celebrada en las calles de la capital, y la sonrisa que vio dibujada en la cara de su hija lo cambió todo.

Como atleta del equipo nacional de Marruecos ganó muchos campeonatos en las categorías senior de 1.500 y 3.000 metros pista y cross.

Pero, correr, también le permitió descubrir su país, viajaba para participar en competiciones por todo el territorio, y conocer al que, años más tarde, se convertiría en su marido, un deportista que practicaba los 400 metros valla. Además, sus buenas marcas se convirtieron en el salvoconducto para escapar de una sociedad, la bereber, muy tradicional y patriarcal, y probar su suerte en Europa.

Fue en abril de 2008, cuando participaba en el campeonato mundial universitario y como miembro del equipo nacional marroquí viajó a París. Ese día, tres de los ocho atletas que formaban parte la comitiva, dos mujeres y un hombre, se fugaron. "Lo había pensado alguna vez, pero tenía miedo de que me atrapara la policía, de no volver a ver nunca más a mi familia", relata Khadija.

Allí, sin embargo, mientras el equipo esperaba las maletas, sintió que el momento había llegado: "Le dijimos [mi compañera y yo] al entrenador que íbamos al lavabo, yo me llevé la mochila y le dejé la maleta para que no desconfiara, y ya nunca regresé".

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La entrevistada recuerda como ella y su colega entraron en los servicios del aeropuerto de Charles de Gaulle. Khadija se quitó la equipación oficial y se puso un jersey de calle para luego salir corriendo en dirección al tren que tenía el centro de París como destino. A su compañera, la esperaban en el aeropuerto, pero ella tuvo que fugarse sola.

Una vez en el andén, vio como su entrenador la buscaba entre la multitud, tratando de distinguir su figura en el abarrotado apeadero; pero no lo logró. Khadija entró en el vagón y las puertas, implacables, se cerraron.

Al llegar al centro parisino, llamó a unos amigos marroquíes que vivían en las afueras de la capital gala, y esperó a que pasaran a recogerla. La alojaron unos días en su casa, pero pronto se dio cuenta, explica, que París no era una ciudad para atletas: "casi no había carreras, tuve que marcharme".

Llamó a su compañera del equipo nacional, que después de la huida se había instalado en Granada, España, y se fue tras sus pasos.

Tres días después de su llegada a la ciudad andaluza ganó su primera carrera en una competición celebrada en el pueblo granadino de Huéscar, pero cuando le pidieron que profiriese algunas palabras para celebrar su triunfo con el público, un conocido tuvo que salir en su ayuda. Para entonces, Khadija apenas sabía pronunciar un par de palabras en español.

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Pero gracias a las compensaciones económicas que recibía por sus victorias (de entre 500 y 1.000 euros por competición) y que, entonces, constituían su único sustento pudo dedicar parte de su tiempo al estudio del español y pronto se defendió tan bien en el podio como en la pista.

En una carrera patrocinada por Unicaja Khadija se hizo con la primera posición y obtuvo 450 euros de recompensa. Imagen cedida por la atleta.

Su situación de irregularidad, sin embargo, se convirtió en un serio obstáculo. Ante sus logros atléticos, algunas rivales, conocedoras de que no contaba con el prescriptivo permiso de residencia, llegaron a exigir a los organizadores de las competiciones que, ante el eventual triunfo de Khadija, no se le concedieran las retribuciones económicas correspondientes.

"Me acuerdo que, en una carrera celebrada en la localidad alicantina de Almoradí, le saqué un montón de ventaja a la segunda, era por la rabia que sentía". Antes de que empezara la competición le dijeron que, de ganar, no podría ser recompensada. Así fue, le dieron la copa pero no le pagaron.

Un chico marroquí que también alcanzó el podio se solidarizó con ella y ese día nadie cobró. Poco después, las reclamaciones interpuestas por el club murciano A.D. Eliocroca, a quien había empezado a representar en algunas carreras, surgieron efecto y recibió el dinero.

Nunca volvió a competir allí, pese a las invitaciones que años después seguía recibiendo de la organización. "Siempre contactan a las personas que han registrado mejores marcas en ediciones anteriores porque esto les da caché", explica la joven marroquí.

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"Fueron años de miedo, cada vez que cogía un autobús, un tren o viajaba en coche, temía que me detuvieran y que me encarcelaran", rememora. Una vez, en la estación de tren de Cuenca, unos policías de paisano se acercaron a ella y le pidieron la documentación.

"Simulé que me la había dejado en casa y que no podía volver a buscarla porque tenía una carrera. Resultó que el policía tenía un amigo que participaba en la competición y tras registrar mi mochila y ver las bambas y el equipo de deporte que llevaba, "me dedicó una larga sonrisa y me deseó mucha suerte".

Khadija se hizo con la primera posición en la 'carrera del otoño' celebrada en la localidad catalana de Sant Andreu de la Barca en 2011. Imagen cedida por la atleta.

Khadija ha corrido para A.D. Eliocroca, para el club de Atletismo de Córdoba, el Scorpio 71, y el Athletic Track Bikila de Tarragona, ciudad a la que se trasladó en 2012. Después de que la administración le denegara por quinta vez el permiso de residencia, Khadija abandonó Granada y aceptó el contrato que le ofreció un miembro del Athletic Track Bikilam para cuidar de sus hijos. Un trabajo gracias al cual consiguió, finalmente, legalizar su situación.

Dos años después se trasladó a Barcelona y sufrió un accidente que la obligó a renunciar a su pasión durante unos meses. Tras ese bache, Khadija continúo corriendo pero dejó la competición profesional: "Eran 17 años de carrera, de mucha dedicación e hice un replanteamiento. Ya sólo corro para mi y en carreras benéficas", asegura.

Khadija vive ahora a caballo entre La Jonquera, donde dirige uno de los restaurantes de la cadena UDON y Avignon, donde trabaja su marido, exatleta y aficionado al ciclismo. "Nos conocimos en un campeonato de Marruecos hace muchos años, pero retomamos el contacto en foros de deporte marroquíes cuando yo ya estaba en España y él, en Francia".

Hoy, tras más de 20 años de dedicación, no hay día que Khadija no se enfunde sus deportivas: "Para mí, correr es la vida, es libertad, lo es todo".

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