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Por qué jamás debes montarte en un elefante en Tailandia

La muerte de un turista embestido por un elefante en Tailandia, ha puesto en de nuevo sobre la mesa la sistemática crueldad y el permanente maltrato al que son sometidos animales como el tigre o el elefante en el país del sudeste asiático.
elephant thailande
Photo par Barbara Walton/EPA
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Fue denunciado como un accidente trágico. Eran unas vacaciones soñadas que se convirtieron en una horrible pesadilla. El turista escocés Gareth Crowe murió el lunes de la semana pasada en Tailandia después de ser embestido y aplastado por el elefante que estaba montando.

Crowe, de 36 años, cayó desde lo alto del elefante junto a su hijastra de 16 años, la joven Elidh Hughes, poco después de que el animal en que se desplazaban se enfureciera con su domador, que se había detenido para fotografiar a la pareja. El domador, a quienes en Tailandia se conoce como a los "mahouts", sobrevivió a la embestida del animal, mientras que la joven adolescente esquivó a la muerte con heridas de gravedad.

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Si bien las autoridades tailandesas se han apresurado en etiquetar el episodio de acontecimiento desafortunado, lo cierto es que la tragedia arroja luz sobre el sistemático abuso de animales que rodea a la precaria industria del turismo en la isla.

Las primeras informaciones revelan que el elefante, que tiene 13 años de edad, habría mostrado signos de encontrarse bajo la influencia de la testosterona hace pocos días. Se trata de un estado habitual cuando se cumple el ciclo de apareamiento del mamífero, un momento al que se conoce como "must". Sin embargo, las autoridades de la isla negaron que tal pudiera ser la explicación de la tragedia.

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"Sospechamos que las altas temperaturas desataron la reacción furibunda del animal y que no estaba acostumbrado a su domador", ha proclamado Paiboon Omark Samui, inspector jefe del distrito a la agencia France Presse.

Pese a ello, los especialistas que trabajan con elefantes en Tailandia y en otros lugares del sudeste asiático, dudan de la probabilidad de que el animal se encontrara en celo — un estado que, a menudo, se distingue por la secreción de líquidos por la sienes de su cabeza, y por un comportamiento extremadamente agresivo — y creen que las circunstancias de la muerte de Crowe han sido erróneamente comunicadas.

Según Edwin Wiek, fundador de la ONG de defensa de los animales Wildlife Friends Foundation Thailand, que rescata a elefantes maltratados, episodios de semejante violencia suceden casi siempre cuando los elefantes son obligados a trabajar cuando no están en el estado adecuado para hacerlo.

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Los domadores de elefantes, normalmente individuos muy poco entrenados, se sirven de garfios, cuchillos y de clavos para controlar a los animales. (Imagen vía Ears Asia).

"Odio describirlo como un 'accidente', porque esto no es un accidente. Siempre se nos cuenta la misma historia. Que si los elefantes están en celo. Que si una vez entran en celo, los elefantes enloquecen", cuenta a VICE News. "Un elefante en celo es como un humano bajo los efectos de la metanfetamina: pierden el control".

Wiek asegura que los interminables jornadas de trabajo a las que se somete a los elefantes y a los domadores, quienes casi nunca tienen días libres, provoca que los elefantes terminen por no ser aptos para desempeñar la actividad que se les exige en absoluto.

"La posibilidad de que no trabajen ni se contempla. Incluso cuando el domador o el elefante están enfermos", relata Wiek. "Los domadores son gente muy pobre bajo una enorme presión financiera".

La presión se explica por el hecho de que los elefantes pueden llegar a costar alrededor de 50.000 dólares. A menudo, sus domadores los adquieren después de pedir créditos que solo son concedidos a unos intereses astronómicos.

Otros muchos elefantes son propiedad de familias muy ricas que apenas se relacionan con los animales, que solo parecen preocupadas por maximizar los beneficios. Wiek estima que la mitad de los 3.000 elefantes explotados en Tailandia son propiedad de menos de veinte poderosas familias — un hecho que, según considera, supone un obstáculo para acometer cualquier reforma razonable de la industria.

En ambos casos, el propietario tiene que pagar una tarifa semanal o mensual a los parques de elefantes por los que se mueven los mamíferos, lo cual es la puntilla financiera que provoca que los domadores no se tomen días libres.

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"Los mahouts trabajan jornadas larguísimas y no tienen días libres. Muchos se ven obligados a sobreexplotar al elefante para alimentar a sus familias y al animal", explica Louise Rogerson, fundadora de la ONG Ears Asia, con sede en Hong Kong y consagrada a la defensa exclusiva de los derechos de los elefantes.

"La nueva generación de mahouts la forman adolescentes y jóvenes que no han sido entrenados para su trabajo, una educación que sí se daba en las generaciones anteriores", opina Rogerson ante VICE News.

Según Rogerson, la presión económica de los mahouts también provoca que estos maltraten a los elefantes hasta lo indecible, un proceso que, a menudo arranca tan pronto como cuando apenas han cumplido los seis meses. Se trata de una estrategia cuyo objetivo es dinamitar la resistencia del animal y someterlo lo antes posible. Se trata de un procedimiento al que se conoce como "Phajaan" y que consiste en una desaprensiva ronda de torturas que pueden extenderse durante días o semanas, y en las que a menudo se emplean garfios, cuchillos y clavos para reducir al elefante al esclavismo.

"Cuando antes se consiga que el elefante aprenda a pintar, a hacer un truco, ir en bicicleta o jugar al baloncesto, mejor para que su domador consiga trabajo en un parque de elefantes y pueda empezar a ganar dinero", cuenta.

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Los elefantes son sometidos a torturas y a dolores extremos desde que tienen, como mucho, 6 meses, con el objetivo de esclavizarles. (Imagen vía Ears Asia).

La presión económica significa que los elefantes no dejan de trabajar ni siquiera después de haberse visto involucrados en accidentes mortales. Associated Press ha informado que el elefante responsable de la muerte de Crowe descansará 15 días antes de que le pongan de nuevo a trabajar.

Para Wiek no se trata de ninguna sorpresa. En el año 2000 un elefante mató a la turista británica Andrea Taylor y se sabe que el animal sigue trabajando en la industria turística a día de hoy.

Por su parte, Wiek asegura que el hecho de que el domador involucrado en el trágico episodio del lunes pasado fuese un ciudadano birmano sin experiencia, es muy sintomático del rumbo que está tomando la industria. Se trata de contratar a trabajadores de los que se pueda prescindir sin problema y a los que pagar salarios irrisorios.

"La vida de un birmano en Tailandia no vale nada. De tal forma, si un birmano termina muerto, no pasa nada", explica Wiek. "Hay muchos trabajos que muchos tailandeses no quieren volver a hacer. Sin embargo, un birmano aceptará cualquier trabajo con tal de poder enviar el dinero a sus familias".

Según Andy Hall, defensor de los derechos de los migrantes que lleva trabajando más de una década en Tailandia y Birmania, los migrantes birmanos son maltratados sistemáticamente y a menudo resultan gravemente heridos por los elefantes.

"He visto infinidad de cuerpos [de migrantes birmanos] atacados y mutilados por los elefantes", cuenta Hall a VICE News. "La primera vez que vi a un migrante muerto fue en la morgue de un hospital en Chiang Mai. El elefante lo había descuartizado".

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Y pese a todo, en Tailandia, la industria del turismo aporta casi el 22 por ciento de los 390 mil millones de la economía nacional. Y los paseos y los espectáculos con elefantes siguen siendo extremadamente populares entre los más de 25 millones de turistas que visitan el país anualmente. De tal forma que no parece que la situación vaya a cambiar a corto plazo.

Las crías de elefante son separadas de sus madres, esclavizadas y sometidas a condiciones de vidas crueles y estresantes lo más pronto posible. Imagen vía Ears Asia

El poder de los ingresos que genera el turismo en los casos de maltrato animal queda siniestramente demostrado en casos como el del llamado Templo de los Tigres. El templo en cuestión es un monasterio budista que encubre una factoría de tráfico de animales, tal y como prueba el pormenorizado informe sobre sus actividades redactado por la ONG Conservation&Environmental Education 4 Life (Cee4life).

El informe, elaborado durante años, concluye que los monjes y los voluntarios del templo — entre los que se contarían muchos extranjeros — son cómplices de la cría acelerada de los tigres. Durante los diez años que el templo lleva en funcionamiento han desaparecido ya más de 100 cachorros de tigre.

Según Sybelle Foxtrot, fundadora de Cee4life, si bien las evidencias recabadas en forma de certificados de nacimiento sugieren que debería de haber 281 tigres en el templo, en el momento en que se publicó el informe tan solo se computaron 147. Poco después se descubrió que muchos de ellos habrían sido víctimas de redes de tráfico de animales cuyo destino acostumbra a ser Laos.

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Igualmente, el informe constató que los tigres son dopados regularmente. Uno de los mamíferos sometidos a los análisis de la ONG, un ejemplar empleado para ser fotografiado con turistas, presentaba altas dosis de ketamina en la sangre. Otros habían sido drogados con aceite de hachís, una sustancia que se les espolvorea en las comidas.

El impacto del informe provocó que las autoridades tailandesas iniciaran una campaña para incautarse de tigres — sin embargo, los ingresos de 3 millones de dólares anuales que genera el templo solo en materia de turismo, y las incontables donaciones anónimas que recibe de patrocinadores muy bien relacionadas, invita a pensar que es muy improbable que nadie lo cierre, sentencia Foxcroft.

"Si hasta han llegado ya a un acuerdo con las autoridades", comenta a VICE News. "Se trata de un caso cuyos tentáculos alcanzan a las más elevadas instancias por todas partes".

Y si bien muchos ricos accionistas están perpetuando la explotación animal por parte de la industria del turismo, lo cierto es que la mayoría de activistas con quienes ha hablado VICE News coinciden en señalar que, en última instancia, los responsables de que tamaña vejatoria y siniestra actividad siga en marcha son, sobretodo, los turistas.

"Parece que a muchos de ellos ni siquiera se les ocurre pensar cómo es posible que un depredador tan solvente se avenga a que le abracen para una fotografía", relata Foxcroft. "Es ignorancia pura y hasta que la gente no espabile y de aperciba de que es responsable y cómplice del maltrato, nada de esto se va a detener".

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