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ESPAÑA

La corrupción resucita el debate de los candidatos a las elecciones españolas del 26J

La corrupción reanimó un debate muy guionizado donde la economía también fue protagonista. Tanto el PP como Unidos Podemos tendieron la mano al PSOE.
Los cuatro candidatos que participaron en el debate. (Imagen por Mariscal/EPA)

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El primero y el único debate a cuatro de los candidatos de las principales fuerzas políticas españolas de cara a las elecciones generales del 26 de junio, celebrado este lunes, sólo consiguió captar la atención de la audiencia cuando irrumpieron las acusaciones 'cuerpo a cuerpo' sobre el juego más sucio: la corrupción.

Albert Rivera, candidato del joven partido liberal Ciudadanos, cargó contra Mariano Rajoy, actual presidente del gobierno y candidato por el Partido Popular (PP), y contra Pablo Iglesias, líder de la recién nacida coalición progresista, Unidos Podemos, por los casos de corrupción que salpican a los populares y la supuesta financiación ilegal procedente del gobierno venezolano [acusaciones que ya han sido archivadas por el Tribunal Supremo] al partido de Iglesias.

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Rajoy, cuya formación encabeza todas las encuestas pero estaría lejos de alcanzar la mayoría, parecía estar en forma y sólo flaqueó ante las invectivas sobre la caja B de su partido lanzadas por Rivera. En este sentido, el líder de Ciudadanos, que de acuerdo con los sondeos será el cuarto partido en votos tras Unidos Podemos y el Partido Socialista Español (PSOE), emplazó a Rajoy a "reflexionar" sobre si él cree que es la persona adecuada para abrir una nueva etapa política en España.

La respuesta la dio él mismo cuando le espetó a Rajoy que "no tiene autoridad moral" para dirigir el país en relación al supuesto cobro de sobresueldos en negro que habría percibido de la caja paralela de su partido y al apoyo que hasta el último momento prestó al extesorero del PP, el imputado Luis Bárcenas. En este sentido, Rivera le recordó que su partido también está siendo investigado y que la justicia ha embargado la sede de su formación en el número 15 de la madrileña calle Génova.

Por todo el resto, Rajoy navegó en la autocomplacencia refiriéndose a lo difícil que es gobernar y hablando de "las cosas buenas de España" y de los beneficios de su mandato en términos económicos.

De hecho, en el capítulo dedicado a la economía el presidente del gobierno se convirtió en el objetivo del resto de formaciones en un 3 contra 1 al que Rajoy hizo frente asegurando que ha conseguido revertir la situación de un país que cuando él llegó a la presidencia estaba en quiebra, a punto de ser rescatado y asegurando que, en la actualidad, se crean 1.400 sitios de trabajo diariamente.

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Iglesias le replicó que hay un 53 por ciento de paro juvenil y que ha vaciado la "hucha" de las pensiones. Rivera habló de creación de "empleos basura" y Sánchez de la precarización de las condiciones laborales.

Rajoy se vio obligado a defenderse de todos los ataques aunque lo hizo con especial dureza contra Unidos Podemos, menoscabando la capacidad y preparación de Iglesias en este terreno. En un claro guiño a su fiel electorado, el popular le espetó a Iglesias "aquí no se viene a hacer prácticas, hay que llegar estudiado" en relación a unas cifras usadas por Iglesias y con la clara intención de poner en evidencia su falta de experiencia en el poder.

El líder de Ciudadanos que, salvo por ciertos tropiezos como el de asegurar que España es la cuarta economía mundial, resultó convincente también cargó contra Pablo Iglesias. En este caso, sin embargo, la estrategia, además de acusar a la formación de financiación ilegal, fue la de dirigirse al partido como una opción poco sólida y coherente.

Iglesias se pasó el debate negando con la cabeza, en la mayor parte del programa parecía exangüe e insistió en jurarle su amor al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) al considerar como única opción para el cambio una alianza con la formación encabezada por Sánchez.

"No soy yo el enemigo, es Rajoy", susurraba el candidato de Unidos Podemos a Sánchez mientras éste le atacaba para encontrar su lugar a medio camino en un espacio polarizado por la formación de Iglesias y el PP.

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Sánchez, igual que Ciudadanos, buscó la centralidad y ambos candidatos apenas interlocutaron entre ellos, más bien prefirieron marcar distancia con acusaciones dirigidas a las formaciones situadas en los extremos del abanico ideológico.

Rajoy se convirtió en el blanco de Iglesias e Iglesias en el de Rajoy en una clara estrategia para minimizar el riesgo y fortalecer sus marcas ideológicas con la confrontación directa con el mayor enemigo ideológico.

El apartado de políticas sociales quedó eclipsado por el dossier económico y la parte relativa a la política de refugiados y al ámbito de la seguridad fueron escuetas.

En el debate, organizado por la Academia de la Televisión y celebrado en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, la independencia de Cataluña tampoco ocupó mucho espacio. Sin salirse de sus guiones, Sánchez insistió en reformar la Constitución, y Rajoy y Rivera se mostraron defensores de la unidad de España, mientras que Iglesias defendió el derecho a decidir.

Ayer no hubo ningún claro ganador, y aunque lo hubiera este tipo de debates suelen tener una baja incidencia en la decisión final de los votantes. Con todo, quizás el mayor logro de esta cita televisiva haya sido el hecho de aumentar la presión social respecto de la necesidad de que, esta vez, tras las celebración de los comicios, haya un acuerdo que permita la formación de un gobierno. Todos se comprometieron a ello. Ya falta menos para el 26J.

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