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VICE World News

Ruanda teme que la violencia de Burundi se convierta en un nuevo genocidio

Pocos días después del asesinato del hijo de un conocido activista pro DDHH, el presidente de Ruanda ha hecho un llamamiento de urgencia al gobierno de Burundi para que se abstenga de reinstaurar la violencia étnica que sepultó a ambos países en los 90.
Photo par Mike Hutchings/Reuters
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El gobierno de Burundi está tomando represalias contra Paul Kagame, el presidente de su vecina Ruanda. La violencia se ha desatado después de que Kagame hiciera una llamamiento a su homónimo en Burundi, el militar Pierre Nkurunziza y le advirtiera del peligro de desatar otro genocidio. El último intercambio de palabras se produce mientras la escalada de violencia en Burundi ha disparado los niveles de preocupación. Kagame teme que la crisis que atraviesa el país de Nkurunziza, pueda desembocar en un nuevo genocidio.

Burundi vive en estado de inquietud y de agitación desde que Nkurunziza decidiera en abril cambiar la Constitución del país para poder ejercer una tercera legislatura en el poder. Hasta entonces, la Carta Magna de Burundi disponía que ningún presidente podía mantenerse en el poder durante más de dos mandatos consecutivos.

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Hace unos días, el hijo de un ilustre activista pro derechos humanos de Burundi fue asesinado. El presidente ruandés, Paul Kagame, aludió al crimen durante un discurso proclamado durante el fin de semana. Kagame aprovechó para invitar a Burundi a que evite caer en la misma violencia que llevó a ambos países a quedar sepultados en sendas guerras civiles cuya violencia alcanzaría, en Ruanda, la cota de genocidio. Kagame proclamó que su vecino sureño tendría que "haber aprendido una lección de la historia".

Los comentarios de Kagame se producen después de meses de mucha especulación. La escalada de violencia en Burundi ha despertado un debate que se pregunta hasta qué punto es necesario que Kagame tome cartas en el asunto. A lo largo de estos meses no consta que Ruanda haya mostrado su apoyo a ninguno de los movimientos rebeldes que surcan Burundi.

Sin embargo, el régimen de Nkurunziza ya ha calibrado las consecuencias étnicas que podría tener una respuesta similar en boca del líder ruandés. No casualmente, Kagame eligió proclamar su discurso de este fin de semana en Kinyarwanda, un idioma local, en lugar de hacerlo en inglés. La decisión buscaría, muy probablemente, lanzar un mensaje contundente al otro lado de la frontera.

La mayoría de los habitantes de Burundi, Nkurunziza incluido, son de etnia hutu, mientras que los tutsis apenas forman el 14 por ciento de la población. En 1994, durante el siniestro genocidio ruandés, la mayoría hutu del país asesinó a 800.000 personas, entre tutsis y hutus moderados. En Burundi, las tensiones entre ambas etnias, provocaron el estallido de una sangrienta guerra civil de 12 años: el conflicto arrancó en 1993 y no se detuvo hasta 2005.

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La mayoría de observadores están siendo cautos y han preferido no incidir en el papel que jugaría la división étnica de Burundi en la crisis actual. Sin embargo, las preocupaciones sobre las divisiones soterradas siguen cerniéndose sobre el país. Tanto Kagame como Nkurunziza se hicieron populares como líderes rebeldes durante la década de los 90, hasta que, finalmente, ambos asumieron posiciones de poder cuando sus respectivos conflictos se acercaban a su final.

Además de criticar a Kagame, el asesor mediático de Burundi, Willi Nyamitwe, también subrayó el presunto éxito de la iniciativa instigada por su gobierno la semana pasada. En esta se hacía un forzado llamamiento a la recogida de armas. El gobierno dispuso que el 7 de noviembre sería la fecha límite para que todos aquellos en posesión de armas las entreguen y eludan así que se les considere criminales.

"El gobierno está recolectando ahora todas las armas porque el presidente ha propuesto una fecha límite para hacerlo… Todo marcha pacíficamente", ha contado Nyamitwe. Según él, el proceso ha llevado a cabo sin ninguna violencia.

Dos meses después de las elecciones en Burundi los asesinatos y la violencia continúan. Leer más aquí.

Pierre Nkurunziza, de 51 años, proclamó en abril su deseo de presentarse a la reelección. Entonces hubo quien recordó que tal era un movimiento ilegal, puesto que la Constitución del país, suscrita al final de la guerra civil en 2005, contempla que ningún mandatario podrá ejercer el poder durante más de dos mandatos consecutivos.

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Sin embargo, el Tribunal Supremo de Burundi terminó permitiendo que Nkurunziza se presentara de nuevo. La máxima autoridad legislativa en Burundi, decretó que comoquiera que Nkurunziza asumió su primer mandato por nombramiento y no por elección democrática, tenía derecho a presentarse de nuevo a las urnas puesto que tal sería, técnicamente, la segunda vez que lo haría.

La exitosa campaña de reelección desató los enfrentamientos en las calles de Bujumbura, la capital del país, entre los partidarios y los detractores del presidente, desde principios del mes de abril. Entonces la policía, en su mayoría leal al presidente, cargó violentamente contra los detractores, que organizaron varias manifestaciones callejeras. Se estima que, desde entonces, son más de 150.000 los burundeses que han huido de su país rumbo a Ruanda, Tanzania, la República Democrática del Congo, y otros estados vecinos.

El pasado viernes, Welly Nzitonda apareció muerto horas después de ser detenido por las autoridades de Burundi. Su cuerpo fue descubierto en el barrio de Mutakura, en Bujumbura. Nzitonda era hijo del activista pro derechos humanos Pierre Claver Mbonimpa y es una más de las múltiples víctimas de la violencia del gobierno desde las elecciones de julio. Se da la circunstancia de que el hijo político de Mbonimpa ya fue asesinado en octubre. De hecho, el activista se libró de su propia muerte después de ser víctima de una emboscada orquestada por pistoleros durante el pasado mes de agosto.

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Tras la muerte de Nzitonda, el departamento de Estado de Estados Unidos emitió un comunicado en el que expresaba su profunda preocupación sobre el estado de la política y de la seguridad en Burundi. La administración estadounidense está abierta a ofrecer el apoyo a cualquier diálogo que ayude a detener la crisis.

"El asesinato de Nzitonda es el último asesinato de una espiral de violencia que enfrenta a las fuerzas de seguridad del gobierno, a los grupos armados de la oposición y a las organizaciones criminales", leía el comunicado. "Nos preocupa especialmente el tono provocador y desafiante de algunos de los miembros del gobierno. Además, las represalias orquestadas este fin de semana por el presidente Nkurunziza están multiplicando el riesgo de un estallido de la violencia en Burundi que puede alcanzar niveles masivos".

La violencia se siguió propagando durante todo el fin de semana, mientras el gobierno seguía adelante con su plan de recolectar las armas. El sábado por la noche, un atentado perpetrado por pistoleros en un bar del barrio de Kanyosha, en Bujumbura, se saldó con la muerte de nueve personas.

El atentado es un síntoma de la escalada de violencia que se respira en la capital. El barrio de Kanyosha es el feudo en del grupo rebelde FNL — según Cara Jones, experta en Burundi y profesora de Ciencias Políticas en la universidad Mary Baldwin, se trata de la primera vez que los miembros del FNL son víctimas de un ataque armado desde el inicio de la crisis. Hasta la fecha, la violencia se había concentrado en las fortalezas donde se concentra la oposición, como los barrios de Cibitoke y Mutakura. Muchos de los vecinos de ambos barrios fueron los que salieron a la calle y enarbolaron las manifestaciones de abril y de mayo.

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"Mucha gente está ahora seriamente preocupada, ya que creen que los últimos ataques son una prueba de que la violencia se va a extender", explica Jones. "Se trata de un ataque muy distinto y preocupante".

Ayer lunes por la mañana, los medios locales informaron que otros tres cuerpos sin vida habían sido localizados en Bujumbura. El descubrimiento de cadáveres por las calles de la capital se está convirtiendo en una constante. Se estima que en los últimos meses ya han aparecido 200 cuerpos sin vida.

"Es la continuación de una tendencia muy preocupante", comenta Jones. "Parece que el conflicto se aproxima hacia un pavoroso momento culminante".

Jones señala que también se ha detectado una proliferación de la irrupción de grupos armados, sin que esté todavía muy claro cuáles son sus vínculos con la oposición. Estos, en cualquier caso, parecen estar combatiendo al régimen con la ley del Talión. Jones, al igual que otros especialistas, aboga por que se impongan sanciones económicas la régimen de Nkurunziza. Claro que, también es consciente de que cualquier medida parecida podría provocar que el presidente se sienta contra las cuerdas. En tal caso, su reacción podría ser muy peligrosa.

"Idealmente lo más adecuado sería imponer castigos sin ganarse la enemistad del presidente", explica Jones. "Lo que no es recomendable es empujar a nadie hacia una posición de no retronó. Y, sin embargo, parece que estamos abocados a que así sea".

Huyendo a Ruanda: Burundi al borde del abismo (Dispatch 1). Ver aquí.

Sigue a Kayla Ruble en Twitter: @RubleKB