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Identidad

Viajamos a Granada para conocer a los sufís, los místicos del Islam en España

En Órgiva vive la comunidad sufí más importante de España. Unas 150 personas, en su gran mayoría conversos, que han decidido seguir el camino más espiritual del Islam.

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No perderse es un verdadero milagro. De la autopista se pasa a una carretera enclaustrada entre las montañas. Y de ahí a una pista forestal. Hay que sortear un dédalo de caminos que se entrecruzan con las acequias puestas aquí por los árabes hace más de 600 años. Hace ya un rato que el sol se ha ocultado entre las montañas cuando llegamos por fin a la dergah, la mezquita que la comunidad sufí ha levantado entre olivos y árboles frutales a las afueras del municipio Órgiva, en la provincia de Granada.

El sheik Omar, el líder de esta congregación musulmana en Las Alpujarras, nos está esperando en el porche, delante de una desgastada mesa de madera. "El sufismo es el servicio a Alá, y servicio a la humanidad. El sufismo nunca salió de las enseñanzas del profeta, y procura mantenerse conectado al origen de esta enseñanza", explica el sheik a VICE News mientras otros sufís se sientan a la mesa y se nos sirve un té verde realmente potente.

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En Órgiva vive la comunidad sufí más importante de España. Unas 150 personas, en su gran mayoría conversos, que han decidido seguir el camino más espiritual del Islam. El sheik — un catalán de unos 70 años cuyo nombre es Omar Margarit — continúa con sus explicaciones.

"Lo importante es la humildad. La pobreza consiste en desprenderse de toda codicia por este mundo, de todo lo que no sea Alá". Y es que los sufís intentan vivir de forma austera, suelen realizar oficios tradicionales y visten ropajes sencillos. Tratan de vivir como en los tiempos del profeta. "Toda esta tecnología es una trampa mortal, vamos a sucumbir, es un signo del final de los tiempos", dice el sheik Omar mientras los demás asienten. El sheik es dado a filosofar y pocos le contradicen en sus argumentos.

Se va haciendo de noche y cada vez va llegando más gente a la dergah. Comienza a sonar la llamada a la oración, unos versos en árabe que se pierden contra las paredes de Sierra Nevada. Comienza el "dhikr", una ceremonia típica del sufismos que se realiza en la noche entre el jueves y el viernes, el día sagrado para los musulmanes.

La comunidad se junta en la mezquita y los rezos dan paso a cánticos rítmicos en los que los distintos nombres de Alá son repetidos mientras un tambor marca el compás. Es una especie de meditación colectiva en la que hay gente que llega a entrar en trance. Salimos de la mezquita con una sensación próxima al mareo. Es bastante tarde. Han sido unas dos horas de cánticos hipnóticos.

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Musulmanes homosexuales descubren un auténtico santuario en una mezquita de Sudáfrica. Leer más aquí.

Omar Margarit, es el sheik de la comunidad sufí residente en Órgiva. (Imagen por VICE News)

Tiempos del profeta

"Y esta es la parte musulmana del cementerio. Nos la cedieron hace ya varios años, aquí estamos totalmente integrados. Hay muchos musulmanes en muchos sitios y no siempre hay un cementerio musulmán", detalla Mansur Sánchez quien nos hace de guía por los sepelios islámicos.

De momento hay pocas tumbas, pero su sencillez contrasta con los nichos abarrotados de la parte cristiana del camposanto. Tras nuestro primer contacto con el sufismo en la ceremonia del "dhikr", y ya a la mañana siguiente, queremos ver cómo viven estos musulmanes conversos en medio de un pueblo de poco más de 5.000 habitantes. Y que mejor forma de empezar que comenzando por el cementerio.

"Así es como se entierra en los cementerios musulmanes, como antiguamente los cristianos, la persona esta directamente en la tierra. Se lía en un paño, o en el propio turbante en el caso de los hombres, y se tiende a la persona mirando en dirección a la Meca, hacia la casa de Alá en la tierra". Mansur es un malagueño que, buscando una respuesta espiritual, acabó en el sufismo. Viste con ropa de lana, ancha, sencilla y de colores ocres. Y lleva un vistoso turbante verde en la cabeza.

Ante la pregunta de si la gente en el pueblo o de los alrededores no se sorprende cuando les ven vestidos como se vestía en los tiempos del profeta. "Ya están acostumbrados", titubea un momento antes de seguir, "pero hasta uno se sorprende a veces, dices 'mira las ropas que llevo', pero te das cuenta que son las mas cómodas, las que mejor van contigo".

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La mujer de Mansur, Bahia Vila, también es conversa. "Mi primer contacto con el islam fue en 2004, a través de un grupo de sufís. Fue como un flechazo, un enamoramiento. Y a partir de ahí me dije '¿qué tengo que hacer?, ¿hacerme musulmana?, pues me hago musulmana'".

Bahia explica su conversión en el jardín de la escuela de la que es la directora. Una escuela alternativa, que sigue el método Montessori, y en el que niños de diversas nacionalidades se mueven con libertad. "La mujer en el islam tiene una posición absolutamente ensalzada, es el centro de la familia, la que cuida del hogar. Yo desde que me he hecho musulmana me siento más mujer", cuentan mientras vigila con la mirada a dos niños rubísimos que corretean por el jardín.

Bahía Vila entró en contacto con el islam en 2004. (Imagen por VICE News)

El califato de Satán

"El sufismo es el islam bien entendido, sin extremismos". Así define esta rama de la religión musulmana Qasim Barrio, el dueño del bar Baraka de Órgiva. A pesar de ser un establecimiento islámico, donde no se sirve alcohol y la carne es halal, es uno de los restaurantes más concurridos de la localidad. Qasim nació en Bilbao y cuando se convirtió al islam tuvo que dejar el negocio familiar. "Era una taberna vasca tradicional, un sitio muy auténtico, encima de la barra había colgados de 80 a 120 jamones".

Nos sentamos con él en la terraza de su bar, donde nos sirve un té verde en vasos de estilo árabe. "Yo entré al islam por el sufismo, hay que gente que se lee el Corán y se hace musulmán, pero a mi el Corán me costó bastante". Qasim, a pesar de haber pasado ya los cuarenta, tiene aspecto juvenil. A diferencia del resto de miembros de la comunidad sufí, no viste al estilo otomano. Asegura que el Islam es una verdadera "alternativa mundial" ante un occidente "loco" y que, según él, se acerca irremediablemente a un precipicio.

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Mohamed Iskander, amigo de Qasim, se sienta a charlar con nosotros. Es de Gijón, con 15 años se fue a navegar de marinero "en busca de aventuras" y estuvo una temporada en la cárcel. "Yo llegué al Islam un poco de rebote, buscaba la espiritualidad, fui mirando en todos los lados". Iskander acabó en un grupo sufí de Ibiza.

"Me resultaron un poco chocantes, eran como hippies sin drogas pero practicantes del islam". Coincide con su amigo Qasim en que el Islam puede ser la solución: "la gente ya sabe que el capitalismo lleva a la destrucción, pero el comunismo es aún peor. El islam, en cambio, es el camino del centro. Creo que hace falta un buen califato, no como el de ahora que es el califato de Satán, pero si un califato bueno para que haya armonía, para ser una alternativa real a este sistema".

Por qué abandoné el Islam y cómo ahora ayudo a otros a hacer lo mismo. Ver aquí.

Qasim Barrio en su bar Baraka de Órgiva. (Imagen por VICE News)

El baile del derviche

Son cerca de las dos y el sol de Las Alpujarras aprieta. Salimos del pueblo para volver a la dergah. Llegamos justo antes de que empiece la ceremonia del viernes. Tras los rezos, se realiza el hadra, una mezcla de cánticos y bailes rituales típico del sufismo. Verlo de cerca impresiona: toda la comunidad baila y salta de forma apasionada al ritmo de versos árabes mientras Ishaq, el derviche del grupo, gira y gira sobre sí mismo sin parar. Pasan 10, 20, 30 minutos e Ishaq sigue girando.

"La razón por la que puedes girar mucho tiempo aunque estés cansado o te puedas marear es porque te conviertes en el canal de dios. Hay un torrente, otra energía que te hace girar, es como cuando una persona se enamora", explica el propio Ishaq Mecero, el derviche. Es un madrileño que trabajaba de informático hasta que se convirtió al Islam.

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Ahora trabaja en el campo. "Yo no me interesaba por el islam, tenía una intuición de que había algo más. Había buscado en el budismo, en el taoísmo, incluso en el chamanismo, pero la primera vez que saboreé algo fue en un encuentro musulmán".

El Ishaq puede seguir girando durante varias decenas de minutos. (Imagen por VICE News)

Tras la ceremonia toda la comunidad come junta. Eso si, los hombres por un lado y las mujeres por otro. Poco a poco los fieles se van marchando. Nosotros nos quedamos para hablar con Shamsuddin Margarit, el hijo del sheik Omar. Nació ya musulmán y en la adolescencia se dio cuenta de que sus preocupaciones eran muy distintas a las de los chicos de su edad. Ni alcohol, ni drogas ni mujeres, el tenía otras ambiciones. "La situación se volvió difícil, la gente de mi edad no me agradaba ni un ápice. Con 14 años decidí irme a Fez, donde pasé cinco años maravillosos estudiando y memorizando el Corán. Fue algo increíble".

Shamsuddin, en la veintena, representa la nueva generación de musulmanes sufís en España. Y tiene las cosas muy claras. "El Corán dice que el señor nos está llamando a la casa de paz. Ahora han aparecido unos movimientos nuevos con un desprecio terrible por la vida humana, que no tienen nada que ver con la enseñanza del profeta. Estado Islámico no es otra cosa que una copia barata de lo que es el islam".

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