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VICE World News

Los analistas del petróleo quieren saber qué va a pasar después de los drásticos cambios en Arabia Saudí

La mayor empresa productora de petróleo del mundo cambió a su cúpula directiva al completo la semana pasada. Lo que significa que muchos analistas están inquietos por lo que va a pasar.
Imagen vía AP Photo/Hasan Sarbakhshian

Saudi Aramco, el mayor productor de petróleo del planeta, cambió a su cúpula directiva al completo la semana pasada. A pesar de que el cambio más dramático en el mercado global del petróleo a lo largo de la última década ha sido el aumento de la producción de petróleo y de gas pizarra en Estados Unidos, Aramco sigue jugando un papel único y poderoso como ningún otro en el mercado internacional. A diferencia de la producción en Estados Unidos, que está esparcida a través de distintas empresas, Aramco sigue siendo el rey actual entre los productores de petróleo porque es un jugador monolítico y solitario, y produce uno de cada ocho barriles del petróleo que se consumen globalmente. La habilidad de la empresa para recortar o expandir la producción; y, por consiguiente, para influir en el precio, no tiene parangón.

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Desde su ascenso al trono en enero, el presidente de Arabia Saudí, Salman bin Adbulaziz al Saud, se ha propuesto llevar a cabo una meticulosa reestructuración de todos los cargos directivos del país. No solo ha cambiado la línea de sucesión al trono, sino que también ha dejado pasmada a la élite política, tras relevar a la mayoría de cargos que mantenían sus asientos en el gabinete del Rey; esto es, el Consejo de Ministros del país.

En Arabia Saudí las intrigas de palacio, la política familiar y la antigua política de los políticos son, a menudo, la misma cosa, pues el país es un gran negocio familiar. De manera que esta suerte de cambios personales significan, con frecuencia, que un gobernante de la familia al Saud reemplaza a otro miembro de la familia al Saud.

Sobre cómo el petróleo se convirtió en el combustible perfecto para la corrupción

La semana pasada esos cambios llegaron a Aramco, cuando su presidente fue reconvertido en director ejecutivo y un nuevo presidente, Amir Nasser, le relevaba internamente y asumía el timón. Las operaciones de la compañía serán ahora supervisadas por el recién creado Consejo Superior Saudí de Aramco, que será dirigido por el príncipe Mohammed bin Salman Al Saud, de treinta y cuatro años. El príncipe, hijo del nuevo rey, también ha asumido sus funciones como príncipe heredero, viceprimer ministro y ministro de Defensa (lo que le convierte en el nuevo líder de la campaña de Arabia Saudí en el Yemen).

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Estos cambios de dirección coinciden con el anuncio del gobierno de que Aramco será escindida del ministerio del Petróleo; de manera que la empresa regulada funcionará independientemente del ministerio regulador.

Normalmente esta clase de movimientos se orquestan para mantener la honestidad de todas las partes implicadas en la ecuación; eliminar la innecesaria corrupción ayuda a mantener la eficiencia en las compañías reguladas. Al menos, tal ha sido la explicación que ha dado la estirpe para justificar los cambios radicales en Aramco. Sin embargo, lo que no acaba de tener demasiado sentido en esta ecuación es que Aramco ya era considerada, hasta la fecha, una institución razonablemente efectiva, especialmente si se la comparaba con el resto de instituciones saudíes.

Desde un punto de vista alternativo, tendría sentido que existiera un plan a largo plazo para destruir el monopolio que ejerce Aramco sobre la producción de petróleo en el país. Sin embargo, no existe ninguna evidencia de que el gobierno quiera dividir la producción, ni de rebobinar el monopolio de la compañía sobre la producción. De tal manera, mantener un sistema de regulación neutral en previsión de alguna nueva treta productiva, tampoco parece una razón de ser demasiado sólida.

Entonces, si la escisión no ha sido generada por el deseo de arrojar un poco de luz entre el regulador y la regulada, entonces otra posible explicación es que se trata de un movimiento para colocar, con el tiempo, a un miembro de la familia real como ministro del petróleo, algo que nunca había sido hecho hasta la fecha, por temor a desestabilizar el complejo equilibrio entre los distintos linajes de la familia real y sus enemigos.

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El rey también ascendió a otro de sus hijos, el príncipe Abdulaziz bin Salman, que pasó de ser auxiliar del ministerio de Petróleo a vicepresidente del mismo ministerio, en un movimiento que ha despertado las especulaciones de los especialistas, que se preguntan si está siendo preparado para heredar a Ali Al-Naimi, que lleva en el cargo desde 1995, como ministro de petróleo. Sin embargo, ésta tampoco es una explicación suficientemente satisfactoria para la mayoría de observadores.

Así pues… ¿qué es lo que han deducido los observadores de todo este entuerto? Principalmente que no importa lo bien que esté dirigida una empresa o cómo esté estructurada, el hecho de que el mayor productor de petróleo del mundo siga siendo un negocio familiar, hace muy difícil que ningún observador externo pueda hacer poco más que especular sobre cuáles serán las motivaciones a largo plazo que yacen bajo los cambios.

La situación está creando mucha inquietud en la industria petrolífera. Está claro que se trata de un cambio radical en uno de los gigantes del negocio por razones que, mayormente, se desconocen. Por si fuera poco, este rompecabezas se produce en mitad de un misterio todavía mayor, que tiene a la industria entera de los combustibles fósiles en vela. A saber: ¿seguirá el reino permitiendo que Aramco siga bombeando legendarias cantidades de crudo barato, o no?

Una pregunta que nos lleva a otra pregunta: ¿qué es mejor? ¿tener petróleo caro o barato?

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Sea como sea, las respuestas arrojan respuestas altamente contradictorias. Si eres un gran ecologista, y si te exaspera que se penetre y se cave en las dunas de alquitrán del Canadá, o que se taladre el océano Ártico, entonces el precio bajo del petróleo es perfecto, porque todas esas desastrosas maneras de producir gas y petróleo son muy caras comparadas con lo que hacen los saudíes, que es extremadamente barato de extraer de la tierra. El petróleo barato saudí convierte aquellos métodos de extracción ambientalmente tan lesivos, en métodos demasiado caros como para ser rentables.

Así que cuando el precio del petróleo es bajo, el medio ambiente sale ganando; excepto, claro está, para cuando es terrible para el medio ambiente. El petróleo barato conduce al precio barato en los surtidores de gasolina, lo que, por extensión, convierte los viajes por carretera en todoterrenos que se chupan el depósito en nada, en viajes mucho más atractivos. Esto es genial si tienes un 4x4, pero lo es menos si eres de los que recortan gastos en combustible fósil, pues el petróleo barato provoca que invertir en aparatos que ahorran combustible, en coches eléctricos y en toda la tecnología relacionada con el bajo consumo de batería, en algo con muchos menos alicientes. Además, si eres de los que prefiere cambiar paulatinamente a hacerlo drásticamente en materia de calentamiento global, entonces muchos te dirán que es mucho mejor el gas pizarra al carbón

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Otro aspecto positivo del petróleo barato es que, poco a poco, está empujando a una serie de repugnantes regímenes políticos a ser mucho menos beligerantes; o al menos, a estar demasiado arruinados como para disimular. Los elevados precios del petróleo, que se extendieron durante la pasada década, provocaron que varios presidentes mediocres parecieran no solo competentes financieramente, sino también populares políticamente, especialmente en lugares como Irán, Rusia y Venezuela. La caída de los precios del petróleo significa que la gran cortina de humo política y económica que ha mantenido a flote a muchos de esos países, se desplome clamorosamente: los gobiernos se están viendo obligados a emitir presupuestos deficitarios y a cortar los servicios públicos. Una combinación de sanciones y de petróleo barato haría mucho más por doblegar a Rusia en el Este de Ucrania y mantener a Irán en la mesa de negociaciones, que ningún despliegue o amenaza militar.

Por otro lado, también hay algunos que piensan que mantener el precio del petróleo bajo a largo plazo, podría ser un intento deliberado de los saudíes por dinamitar la ascensión del petróleo pizarra en Norteamérica, una versión de la estrategia del "nos haremos daño a nosotros mismos sabiendo que al hacerlo os haremos daño a vosotros". Tal es una idea que tiene cierto atractivo, pero no olviden que esos mismos precios baratos del petróleo significaría un inmenso incentivo para que Irán cierre un acuerdo con Estados Unidos para deshacerse de su armamento nuclear, para así ganarse tener un pequeño respiro después de haber sido empobrecido a fuerza de sanciones económicas.

Los saudíes y los iraníes se han hecho los tontos durante mucho tiempo y actualmente están apoyando activamente a bandos distintos en Oriente Medio (especialmente en lugares como Siria y Yemen). Eso significa que los saudíes sean, probablemente, tan entusiastas como lo son los congresistas republicanos y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con cualquier acuerdo de los Estados Unidos destinado a disminuir el aislamiento iraní o a reducir sus sanciones económicas.

Llegados a este punto es cuando, normalmente, la dimensión de la pregunta sobre el petróleo barato, empieza a pillar forma, y cuando los analistas de la industria petrolífera empiezan, a su vez, a tener enormes dolores de cabeza. Para decirlo llanamente: si te preguntas si el petróleo barato es bueno o malo en términos medio ambientales, políticos, económicos o de seguridad, la respuesta es que en todos los sectores mencionados existe siempre una convivencia simultánea del "¡Sí, No…¿Quizás?" No existe ninguna solución total que no acarree un perverso problema, y tales son las aguas que la nueva generación de Al Saud se disponen ahora a navegar.

Sigue a Sefton Darby en Twitter: @SeftonDarby